
La exposición consiste en una serie de ochocientas naturalezas muertas, en óleo sobre tela de 2 X 2 cm. Donde se procede desde un lenguaje y práctica tradicional del arte, pero sometiendo los procedimientos de la pintura hacia un análisis crítico a través de la representación y reiteración de un grupo de modelos, que han constituido un género calificado desde siempre como menor dentro de la historia de la pintura, es decir las Naturalezas Muertas. Esta atención centrada hacia objetos que resultan indispensables en el diario vivir, pero que sin embargo no revelan temas trascendentes, dirige el protagonismo de la obra hacia el oficio y la autonomía de la pintura, problema bastante desarrollado en el siglo XIX y XX, pero que se repiensa desde una distancia crítica en su disciplinamiento compulsivo, metódico y estéril.

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